Elogio de la locura


ELOGIO DE LA LOCURA (Cuento)
Por: José Darío Jaimes Díaz
(Transcripción, introducción, corrección e imagen: Francisco José Rodríguez Leal.)

Introducción
En nuestras charlas con el egregio rosariense, Luis Antonio Useche, conocido en Cúcuta por su actividad como cambista en la avenida 6ª con calle 11, y hace poco desaparecido (20 junio de 2014) a la edad de 102 años en el barrio El Contento del cual fue cofundador, cuando teníamos la certeza de que fuera él el personaje de este cuento, según nos lo representara en su memoria de elefante nuestro cronista Fernando Fonseca Castillo, no nos cupo la menor duda de que no se trataba de la misma persona al comprobar su brillante lucidez frisando ya los cien años de edad, su elocuencia y su risa estentórea y fácil; aun cuando fueran coincidentes el color de su piel, su voz de barítono y su indumentaria de saco y corbata. Con todo, el protagonista de este cuento, como casi todos los de la obra del maestro Darío Jaimes, existió en la vida real de nuestro municipio, y hoy, a propósito de la coyuntura electoral que se avecina, lo hemos tomado de su texto, “Tonterías, cuentos y crónicas de un rosariense”, como una versión caricaturesca de nuestra realidad.
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Si hubiera que hacer el elogio de un loco, yo escogería a Erasmo, el loco del pueblo. Decían unos que lo había enloquecido una mujer; otros, que de tanto leer; porque Erasmo se había leído todos los clásicos y era poseedor de una elevada cultura.
Cada vez que había cambio de luna, Erasmo enloquecía. Se paraba en el atrio de la iglesia, a la salida de la misa, y comenzaba su arenga engolando la voz:
   – ¡Conciudadanos!, estoy aquí para que respalden mi candidatura a la alcaldía… Les prometo que en mi administración se corregirán muchos vicios… Esas multas que antes pasaban al bolsillo del alcalde, en mi administración servirán para arreglar las calles que están llenas de huecos y para dar de comer a los detenidos... Eliminaré también el cobro de comisiones por contrato de obras, el tráfico de influencias, el clientelismo y ejerceré un control sobre los que cobran sin trabajar…

De pronto, va pasando un borracho, se detiene, y le dice:

     ¡No hable paja!
Erasmo lo ignora y sigue:
     Procuraré que al ciudadano no le cobren comisión por atenderlo en las oficinas públicas... Emprenderé la construcción de las obras de acueducto y el alcantarillado que beneficien al pueblo… Pondré en ejecución un plan vial construyendo puentes donde fuere necesario… Llevaré hasta los barrios más apartados el alumbrado público…
El borracho que lo escuchaba con atención, le grita:
     ¡No hable paja! ¡Lo mismo dicen todos!
Erasmo continúa:
      –    Pueden estar seguros todos los ciudadanos que serán respetados en sus derechos... Nombraré una comisión para que adelante los estudios tendientes a la construcción de la universidad de los pobres y un instituto de carreras cortas… Combatiré la corrupción administrativa en todos los niveles…

     ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Loco mentecato! –dijo el borracho, y comenzó a aplaudir.
Semanas más tarde, un lunes a las ocho de la mañana, veo a Erasmo que era conducido por dos policías. Lo interrogo y responde:
      –   Es que voy invitado por el señor alcalde a enseñarle mi programa de gobierno.■






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