Oyen cantar el gallo, y no saben dónde


Por: Eliseo Caballero

Más condenable que el cierre fronterizo resulta la mojigatería y la torpeza de los concejales y el gobernador encargado del departamento que se prestan a las manipulaciones políticas del diputado Walter Márquez, conocido saltatalanqueras de la política venezolana (fue militante del Movimiento al Socialismo, MAS) y archienemigo de los colombianos en los periodos electorales de la IV República, quien trata ahora de pescar en el río revuelto de representantes amnésicos y desconocedores de la realidad histórica de la región urdiendo un consenso tras el cierre nocturno de la frontera dentro de los planes desestabilizadores de la ultraderecha venezolana; personaje éste que en su tozudez y marrullería crispante nos hace recordar a otro concejal vernáculo de bastón que tuvo en años anteriores el municipio. Y extraña que el concejal Jaime Castro haya olvidado tan pronto sus clases de derecho constitucional y de derecho internacional donde tuvieron que haberle explicado los principios de la soberanía nacional y de la libre determinación de las naciones en sus asuntos internos.

Con este "manifiesto" artero, diputados y concejales de aquí y de allá, tratan de ocultar su mediocridad para generar empleos dignos distintos al contrabando en la frontera de ambos países, y lo que es peor, ponen un pote de humo a la crisis por la que atraviesa el sector comercial e industrial del lado colombiano que no vive precisamente del contrabando sino que ha sido en los últimos años su víctima propicia teniendo incluso que hacerse cómplice de esta actividad para poder sobrevivir ante el diferencial de precios de los productos subsidiados y de menor costo de Venezuela. Los oposicionistas venezolanos, por su parte, incurren en el delito de traición a la Patria de acuerdo al Art. 132 de Código Penal de ese país al conspirar fuera de su territorio sin el permiso de sus corporaciones contra la forma política republicana que se ha dado su país.


Los únicos afectados con este cierre no son precisamente las mafias del contrabando que siguen operando con la complicidad con la Guardia Nacional, según puede apreciarse a ojo de buen cubero si se hace un recorrido por el territorio independiente del barrio La Parada; ni los piratas, porque de ambos lados cubren sin problema sus respectivos perímetros urbanos sin la competencia del gremio extranjero; ni los motorizados que acatan las restricciones de tránsito nocturno del decreto 511 desde octubre de 2013; ni los estudiantes, porque se les expide un permiso para poder transitar después de la hora límite; ni los borrachitos porque del lado de Colombia consiguen la bebida por cajas sin los riesgos de un atropello por parte de la policía del municipio Bolívar.

Lo que ocurre simplemente es que la paranoia de la ultraderecha venezolana, como el personaje de El Quijote, está viendo gigantes donde existen molinos de viento porque ése es su trabajo y para eso les pagan a través de organizaciones fachadas de los EE. UU. como la NED y la USAID: para que generen el clima que facilite una intervención norteamericana en los países que se salen de su influencia (caso de Irak, Serbia, Libia, Afganistán, Ucrania a través de la estrategia de las guerras de baja intensidad) tal como ocurrió en Venezuela con el golpe de estado en el año 2002 utilizando a los sindicatos patronales representados en la CTV, más tarde a través del grupo de anarquistas disfrazados de estudiantes parapetados en barricadas conocidas como “guarimbas”, y recientemente con la denominada “Guerra Económica” de hoy a través de la sustracción en los anaqueles de los productos de la cesta básica que justifiquen de esa manera una crisis social y una invasión para alzarse con sus recursos energéticos e imponer un gobierno títere, aun cuando el país objeto de la intromisión militar se debata en el caos, como puede verse en cada uno de los que ha sufrido la intervención de la Garra Imperial.

En vez de hacer el ridículo apoyando a disociados y conspiradores, el gobernador encargado, los diputados y concejales de la región debieran poner a funcionar las neuronas para que Cúcuta y el área metropolitana sea una región autosostenible como nuestro departamento hermano de Santander del Sur; conscientes de que el contrabando no genera riqueza social sino criminal, porque atenta contra nuestro sistema productivo y nos somete al enanismo económico en el que hemos vivido en los últimos cien años por culpa de una dirigencia política miope y cleptómana. Sencillamente porque oyen cantar el gallo, y no saben dónde, como en este caso. 

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Anónimo dijo...

Esta es la cruda realidad que no queremos admitir. Preferimos hecharle la culpa a nuestros contricantes y a falta de ellos al mismo demonio.