Inauguración del 1er festival cultural en Villa del Rosario


El acto que inició con un desfile por las principales calles del municipio histórico y que culminó con una serie de presentaciones en el parque Gran Colombiano, estuvo acompañado de las diferentes instituciones educativas, agremiaciones culturales, organizaciones y la Alcaldía Municipal en cabeza del Señor Carlos Julio Socha, la Secretaria de Cultura y diferentes miembros de la administración. Danzas, Reggae, carranga, muestras de dulces y postres, entre otras, fueron las actividades que allí se desarrollaron.

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Francisco José Rodríguez Leal dijo...

DE VISITA POR LOS MONUMENTOS DE LA GRAN COLOMBIA

La semana pasada estuve de visita en La Bagatela, nuestro monumento nacional de una importancia trascendental por los acontecimientos del Congreso que dio origen al sueño del Libertador de hacer de América una sola y fuerte nación, e infranqueable a los intereses absolutistas de Europa y del imperio en ciernes de los Estados Unidos.

Sin embargo, este ícono histórico que debiera reflejar los acontecimientos de 1821 y la significación de Villa del Rosario como capital de la Gran Colombia a través de un museo que oriente al visitante sobre esos hechos tan representativos, ha devenido por toda actividad en exposición de pinturas principalmente; situación que no riñe ni es incompatible de ninguna manera con la cultura, pero que ha desviado la verdadera índole de este invaluable inmueble nacional por el énfasis que se pone en ese aspecto.

El 08 de enero de 2012 dirigí a los oídos de mercader del Alcalde Municipal una comunicación en la que le solicitaba respetuosamente el restablecimiento del Museo Fotográfico La Bagatela que fuera un proyecto elaborado y ejecutado por mí a través de un convenio con el Ministerio de Cultura en el año 2005 para resaltar cada uno de los próceres y cofundadores de la república, los sitios de interés histórico y los personajes contemporáneos de la vida regional que hicieron su aporte y manifestaron su amor por la cuna de Santander y de la Gran Colombia, representado en sesenta (60) cuadros con marco de madera que fueron objeto del más irresponsable abandono y la más inconsciente segregación en el tristemente célebre cuatrienio de una ex alcaldesa capitanejana, al asignar dieciocho (18) de esas impresiones al monumento, y las restantes cuarenta y dos (42), a la hoy devastada y fantasmagórica Casa de la Cultura, “afectando la unidad, la ilación y la coherencia dentro de las que fueron concebidas para orientación de las personas que acudían al recinto”, según decía en aquel escrito.

Un año exacto después, en vista de la indiferencia del actual mandatario tipacoqueño, le dirigí otra carta al presidente para la época del Concejo Municipal, rosariense de pura cepa, en la que le expresaba mi preocupación por la suerte de los dieciocho (18) cuadros de La Bagatela que habían sido descolgados y arrumados con la mayor desconsideración en el desván del monumento para dar paso a las exposiciones de pintura que, al parecer, son una prioridad en el gusto de la encargada del recinto histórico; así como la de los otros cuarenta y dos (42) que estuvieron expuestos en la hoy desplomada Casa de la Cultura. Y por toda respuesta me trasmitió el cabildante las mismas palabras de la Secretaria de Cultura de entonces, que “a este museo se le iba a dar de baja y luego a incinerar por instrucciones del Ministerio de Cultura para su reemplazo por otro”. No obstante, sin que esta promesa se materializara hasta la fecha, la encargada del Monumento oficiosamente se dio a la tarea de ensillar primero sin antes traer las bestias, en perjuicio de nuestro bien cultural.

Francisco José Rodríguez Leal dijo...

Aquella visita a La Bagatela, según dije al principio, produjo en mí una gran frustración, no sólo por el manejo caprichoso del que es objeto, sino por el desconocimiento de lo que este vestigio nacional entraña. En la reja exterior, por ejemplo, hay un aviso con la réplica de un óleo del inmueble que dice ingenuamente: “Casa La Bagatela”. ¿Acaso no sería mejor que dijera: Monumento Nacional La Bagatela, para darle la importancia que se merece? Pero esto no es nada. Al franquear la puerta principal, en el primer salón, suspendidos de sus paredes se pueden observar los viejos cuadros diabólicos de “mitos y leyendas” de Villa del Rosario, producto de la cabeza calenturienta de su autor, pero jamás de la memoria histórica de la ciudad. Con todo, están colgados ahí para desinformación y tergiversación de nuestras verdaderas tradiciones orales. En el corredor contiguo, están exhibidos algunos retratos de valor histórico, pero sin ninguna identificación y menos una reseña de lo que ellos simbolizan; y en las otras dos salas restantes, está la galería de un retratista en lienzo de relativo valor artístico a juzgar por el burdo trazo de la imagen de reconocidos líderes mundiales, donde entran en la misma subasta Santa Teresa de Calcuta, Nelson Mandela, Bob Marley y el Che Guevara, entre otros.

Esta realidad me condujo a otra. Y quise ver el destino de los cuadros restantes que hoy cuelgan de las paredes de adobe de otro preciado bien cultural de los rosarienses: La Casa del Túnel, también conocido como Casa-hospital del doctor José Jacinto Manrique que fuera recuperada por el gobierno nacional conservando en buena medida su concepción original.

A la entrada del enorme portalón en la pequeña recepción de un vigilante privado, vi los primeros cuadros, varios de ellos sin vidrio, colgados al desgaire sin ninguna conexión de conjunto, puestos ahí por el afán de llenar los enormes espacios vacíos al igual que los desplegados alrededor del corredor interno de la vieja estructura recuperada; pero a diferencia de los condenados al polvo y las polillas de La Bagatela, expuestos a la vista del público entre las distintas dependencias que funcionan dentro del monumento, aun cuando no llegan a veinte (20) de los cuarenta y dos (42) que debieran existir.

Con mucho pesar por la cultura regional salí de aquel inmueble del periodo de La República, famoso en otro tiempo por la excavación de un túnel cuyo pasadizo fuera sellado con una gruesa tapia de ladrillo y cemento por la miopía de otro alcalde que nunca vio más allá del presupuesto, y en el que por toda remembranza existe una cafetería en su gruta de entrada, donde el doctor Manrique mantuviera entonces un ataúd en el que se recostaba a la vista de sus pacientes para espetarles a continuación la pregunta acostumbrada: ¿Cómo me veo?

Así, en medio de estas cavilaciones, tome la determinación de hacer este relato en testimonio de la manera cómo personajes advenedizos que llegaron en busca de oportunidades van demoliendo los rasgos culturales que identifican a nuestra población y vamos perdiendo el apego regional por el desprecio de nuestra memoria histórica y el desgreño de mandatarios exógenos que llegaron con taparrabos a la ciudad y, hoy por hoy, se han agenciado una enorme fortuna a costa de los dineros de la inversión social.

Más congruente con nuestra identidad resulta a los ojos de propios y extraños, el estigma de contrabandistas que consagran los innumerables pedestales de pimpinas de gasolina que se exhiben como en un museo vial a la entrada y la salida del país y a lo largo de la Autopista Internacional, que el intemporal Templo Histórico de la epopeya independentista, la egregia Quinta del General Santander o el antiguo Palacio de Gobierno de la Gran Colombia, imperceptibles a la vista de los transeúntes por la vorágine del día a día.